Conclusión
Iniciar el periodo escolar con un diagnóstico integral de la diversidad estudiantil no solo es una buena práctica, sino una necesidad para construir aulas inclusivas que potencien el desarrollo académico y personal de cada alumno. Al integrar enfoques multidisciplinarios y someter a prueba diversas metodologías y ajustes curriculares, se crea un entorno en el que todos los estudiantes, sin importar sus diferencias, tienen la oportunidad de alcanzar su máximo potencial. La clave está en la planificación, la colaboración y la disposición para adaptar y mejorar continuamente las estrategias de enseñanza.
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